viernes, 30 de marzo de 2018

Experiencias en el yo cuantificado (i): Una cuestión de transparencia

Registrar tu vida personal en formato digital es un poco como pegar cromos en un álbum que no sabes muy bien de qué va ni para que sirve. Algo a medias entre el coleccionismo y el síndrome de diógenes digital que nos impide borrar una foto por desenfocada que esté. Aunque ya llevaba un tiempo redactando planificaciones y listas, incluida una interfaz web que era un claro predecesor de lo que estaba por venir, no fue hasta que empecé a desarrollar y utilizar Néstor que empecé a registrar información con regularidad.


Néstor pretendía ser un sistema que utilizaba una interfaz de lenguaje natural para permitir guardar tipo de dato. Por ejemplo, en aquellos momentos tenía un calendario que me servía de agenda, también una hoja de cálculo con los gastos, otra con las recetas, pero... ¿dónde podía guardar los datos inclasificables? La talla de una prenda, los libros que quería leer, el lugar donde había guardado unos documentos oficiales... aunque era posible crear un archivo para cada cosa, la estructura final sería tan complicada que acabaría olvidando dónde había colocado el archivo con las cosas que quería recordar.

Néstor solventaba este problema de una manera muy sencilla: una interfaz de conversación básica destinada a guardar datos concretos (como compras, películas, libros, etc.) y luego la total libertad de poder decirle lo que quisiera sabiendo que lo recordaría siempre. Para recuperar la información, podía buscar eficazmente en su base de datos con un buscador similar al de Google. Ahora, cuando quiero registrar algo, solo tengo que abrir este ayudante y decirle lo que quiero que recuerde, con la ventaja añadida de que incluye varias funciones gráficas para resumir y mostrar los datos de diferentes maneras.

Aún así, para registrar datos hay que tener cierto temperamento. Tal vez sea emocionante registrarlo todo, pero cuando pasa el tiempo y tienes un montón de tareas pendientes, ya no apetece tanto registrar lo que te has gastado en la panadería o la película que viste anoche. Si he continuado ha sido en parte porque lo he considerado como un experimento con el que recabo datos valiosos. Otro factor que me ha animado a continuar es que algunos de los datos que he recogido han resultado ser muy útiles.

De hecho, la primera conclusión del experimento es que es fundamental considerar los beneficios de los datos que se registran. La mayor parte de la información que introduzco se refiere a las películas que veo y el dinero que gasto por la sencilla razón de que esos datos me facilitan elegir las películas y controlar los gastos. Por ejemplo, también podría registrar datos sobre la alimentación, pero esa parte no me ha resultado ser tan interesante y es porque la ingente cantidad que información que tendría que registrar no se ve recompensada con ningún beneficio claro.

También es importante señalar que no siempre es necesario realizar un seguimiento a largo plazo. Muchos de nuestros comportamientos se repiten tras un intervalo relativamente corto. Por ejemplo, continuando con el tema de la alimentación, basta llevar a cabo un registro detallado de las comidas durante dos o tres semanas para hacerse una buena idea de nuestro patrón de alimentación. Algo similar ocurre con nuestra gestión del tiempo: si estudiamos al detalle durante unas pocas semanas lo que hacemos, sabremos por qué tenemos la sensación de no tener nunca tiempo para nada. Un último ejemplo, aunque es fácil realizar un control general de gastos puede ser interesante hacer un estudio desglosado de los gastos en determinada categoría (por ejemplo, alimentación).

La última y más importante conclusión es que el seguimiento de los datos debe hacerse de la manera más transparente posible. A ser posible, no deberíamos darnos cuenta de que los datos se están registrando. Por ejemplo, si utilizamos un reproductor de música para escuchar música, ese reproductor podría ocuparse de registrar la información correspondiente. Gran parte de esta información ya se registra de hecho, por ejemplo, cuando escuchamos música en Spotify o vemos una película o una serie en Netflix, aunque paradójicamente no seamos nosotros quien la emplea, sino las empresas de las que somos clientes. Algo similar ocurre con nuestros pagos con las tarjetas de crédito. Para otro tipo de interacciones esta posibilidad ni siquiera existe o requeriría una tecnología que todavía no se ha desarrollado, como unas gafas inteligentes que reconocieran a nuestros interlocutores.

Conforme avance la tecnología y las posibilidades de personalización se multipliquen, la información sobre lo que hacemos en cada momento del día cobrará mayor importancia y aprenderemos a emplearla para facilitar nuestra vida y conseguir los objetivos que nos propongamos. Aunque todavía no ha llegado a popularizarse esta tecnología ya hay algunas opciones que a cambio de un poco esfuerzo pueden aportarnos una nueva visión de lo que hacemos y cómo somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario