lunes, 27 de agosto de 2018

Cambios y sistemas en equilibrio

Siempre me han apasionado las historias de crecimiento personal. Ya sea en forma de libros de autoayuda, películas cuyo protagonista supera los obstáculos que la vida le planta o páginas web que pretenden ayudarte a esculpir tu sabdominales, pocas cosas me atraen tanto como todo lo que sirva para convertirme en mi mejor yo.

Hasta hace muy poco pensaba que el principal obstáculo que nos impedía conseguir nuestras metas era la voluntad o, más bien, la falta de ella. Así de sencillo. Por ejemplo, pensaba que alguien quiere dejar el tabaco no lo consigue porque es incapaz de resistirse al placer inmediato de otro cigarrillo, alguien que quiere bajar de peso fracasa a la hora de elegir entre una ensalada y una hamburguesa con patatas y así sucesivamente. Era una idea tranquilizadora en tanto que no había dudas respecto al punto de partida, el destino y el camino que hay que seguir.
Ahora ya no creo  que las cosas sean tan sencillas. Incluso cuando el cambio parece obvio y necesario, he llegado a la conclusión de que somos complicados sistemas en equilibrio y, al igual que la mariposa cuyo batir de alas desencadenaba huracanes, los efectos de cualquier pueden ser impredecibles y desafortunados.
Tal vez el problema esté en que algunos defectos, o incluso problemas, tienen una parte positiva. En su recomendable libro «La auténtica felicidad», Martin Seligman narra que entre los abogados de mayor éxito abundan aquellos cuya vida personal es un desastre ya que son precisamente las mismas características que habían ayudado a su ascenso profesional, como la facilidad para prever problemas y desconfiar, los que se convierten un lastre a la hora de relacionarse con los demás, una situación tan extendida que había dado lugar a un curioso artículo titulado «Cómo ser un miembro feliz, saludable y ético de una profesión que no es feliz, saludable ni ética».

Afortunadamente, no hace falta darse por vencido de antemano. Los cambios son posibles pero no hay que abordarlos de manera irreflexiva, sino recordando que cualquier elemento de nuestra vida es una pieza más de un rompecabezas que, nos guste más o menos el resultado, ha conseguido la proeza de mantenernos vivos hasta el momento. Así que hay que actuar con cuidado cada vez que pensemos en añadir piezas, quitarlas o sustituirlas por otras.

La buena noticia es que los métodos más efectivos probablemente sean los menos agresivos. No tiene mucho sentido introducir un cambio que nos vuelva del revés nuestra vida diaria, sino buscar pequeños ajustes, tal vez breves intervalos de lucidez, en los que plantar las semillas de lo que queremos que sean nuestros nuevos hábitos.

Por supuesto, tanta preparación no es necesaria cuando busquemos un cambio que no necesitamos que sea permanente. Para conseguir un físico espectacular en tres meses, aprender todo lo que haga falta de la materia de la que vamos a examinarnos o ahorrar lo que necesitamos para cumplir un sueño, la receta sigue siendo la de siempre: voluntad y esfuerzo. No obstante, si lo buscamos es algo más sutil, como relacionarnos de otra manera con nuestro cuerpo o empezar a ver la vida desde otro punto de vista, una pequeña dosis tal vez sea el mejor punto de partida.