miércoles, 1 de septiembre de 2021

Todo puede ser (o no) divertido

Conocí a un chico al que le gustaba vestirse de drag. Aquel mundo le encantaba, los maquillajes con purpurina, los vestidos imposibles y las coreografías con lip sync. Tras unos meses, se le daba tan bien que le contrataron como relaciones públicas en una discoteca. Pero no fue un sueño hecho realidad, sino más bien lo contrario. A las semanas de empezar aquel trabajo la ilusión que antes desbordaba se convirtió en tedio y las ganas de bailar parecieron desaparecer para convertirse en ganas de volver a su casa cuanto antes.


Y aunque es perfectamente posible convertir una pasión en una fuente de ingresos o incluso en un sueldo a tiempo completo, también lo es que hay maneras de conseguir que algo que nos gusta acaba aburriéndonos. Tal vez se considere inevitable que ocurra así con el trabajo, incluso después de que nos haya apasionado durante los primeros años, pero algo similar puede ocurrir en otros aspectos que pensábamos que nunca nos aburrirían. La vida en pareja, las reuniones con los amigos, las cenas en los restaurantes y las noches de cine pueden acabar convirtiéndose en rutinas de las que nos gustaría escapar.

Tal vez se trate de una manera de ver las cosas. El mundo del drag nunca me ha llamado especialmente, pero desde siempre he soñado con crear un videojuego. Hace poco, aprovechando unos meses de relativa tranquilidad, decidí hacer un curso de Unity 3D, una de las plataformas más populares para crear juegos. Era un sueño que había aplazado tanto tiempo que decidí hacerlo bien. No iba a contentarme con ver cuatro tutoriales para luego hacer alguna tontería, así que localicé un curso de un mes en Coursera, aunque pensándolo mejor, era preferible una especialización con cuatro cursos, cada uno de un mes, lo que me permitiría incluirlo en mi curriculum por si en alguna ocasión le encontraba una salida profesional. Por supuesto, para afianzar los conocimientos, es conveniente practicar, así que tenía que encontrar una idea relativamente original que pudiera publicar en Google Play y lograr cierto impacto para poder demostrar cierta experiencia... y ya está, lo conseguí, mi sueño de crear juegos se había convertido en algo que me inspiraba más pereza que ilusión y que quería que terminase antes de empezar.

Hace ya tiempo que descubrí aquello de que «si quieres que algo deje de ser divertido, anótalo en una lista de tareas pendientes», pero ahora he descubierto los siguientes consejos para que sí algo es divertido, siga siéndolo:

-Olvídate de los plazos
Tal vez en ocasiones haga falta cierta planificación, pero si las fechas que hemos nos hacen sentir presionados, es que algo empieza a ir mal. Lo ideal es no fijarse plazo, pero si no queda más remedio, es mejor multiplicarlos por dos o por tres, para que sean un faro que nos guía desde el horizonte y no un rinoceronte que nos persigue enfurecido. Si es algo que realmente nos gusta, ya encontraremos tiempo para hacerlo.

-Cuanto más lento, mejor
Ya sea por influencia del trabajo o de las obligaciones domésticas, es fácil que la preferencia por la productividad se nos haya quedado grabada a fuego. Una clara señal de alerta es cuando en nuestro tiempo libre empezamos a pensar «a ver si puedo terminarlo en menos de media hora». De la misma manera que hay libros que estamos deseando que se acaben y libros que estamos deseando que no se acaben, la diversión está en explayarse en los detalles. Tal vez terminemos dedicando una hora a elegir un adjetivo o mover una imagen un píxel a la izquierda pero, oye, tardar tanto en una minucia es algo que se puede disfrutar. En particular, hacer algo con infinito mimo, para que quede exactamente como queremos, independientemente del tiempo que nos exija puede ser sorprendentemente liberador.

-Aprende a perderte en todas las bifurcaciones
Cada vez que lleguemos a un punto donde se abran varios caminos, lo último que tenemos que hacer es obligarnos a tomar decisiones con rapidez. Lo que parecen desviaciones, en realidad son oportunidades de descubrir nuevos horizontes, así que si algo nos atrae y nuestro sentido común nos aconseja ir en la dirección opuesta podemos concedernos permiso para adentrarnos en lo desconocido (siempre que no sea un peligro para nuestra salud).

-Libertad para innovar o repetirse hasta la náusea
Los designios de nuestras preferencias son inescrutables. Nos puede apetecer desde lo más trillado «¿Y si reescribo Crepúsculo palabra por palabra, pero ambientándola en Madrid?», hasta lo más original «¿Y si escribo las vivencias de una estrella de mar que pasa toda su vida en el fondo marino?». La clave está en despojarse de cualquier criterio de utilidad, racionalidad o sentido del ridículo. Es nuestro tiempo libre y, por una vez, no hay que dar explicaciones.

Una vida cada vez más acelerada y la sobredosis de posibilidades que nos ofrece la tecnología actual han hecho que tendamos a vivir cada momento pensando en lo que no podemos estar perdiéndonos o lo que deberíamos hacer. Tal vez no podamos luchar contra esta tendencia en el trabajo pero no cabe duda que podemos dedicar al tiempo libre a perderlo de nuestra manera favorita lo que, en una elegante paradoja, tal vez sea la mejor manera de utilizarlo.