lunes, 30 de diciembre de 2013

Problemas en la cocina

La alimentación lleva siendo una de las principales preocupaciones de la humanidad desde sus primeros días. Cuando no comemos o no lo hacemos correctamente nos sentimos sin fuerzas, enfermamos con más facilidad y apenas nos apetece hacer nada.

Aún a día de hoy, sigue habiendo una buena parte de la humanidad que no dispone de recursos para alimentarse adecuadamente y hasta esa parte de la humanidad que habita en el llamado primer mundo tampoco parece haber conseguido alimentarse adecuadamente. La obesidad sigue siendo una importante lacra y, aún peor, no parece que la situación esté mejorando sino todo lo contrario. La cocina tradicional y sana cada vez está en mayor declive al tiempo que la comida rápida y precocinada aumenta de popularidad.

La falta de tiempo, a veces incluso de ganas, con frecuencia hacen que no sepamos qué comer y acabemos comiendo algo que a veces no solo no va a sentarnos bien, sino que tampoco nos gusta, al menos no excesivamente.


lunes, 1 de abril de 2013

Hazme feliz

Normalmente, es mucho más fácil saber lo que le hace feliz a uno que a los demás. Por ejemplo, con frecuencia en los cumpleaños un regalo le hace más ilusión al que lo entrega que al que lo recibe. Sin duda, nos cuesta trabajo asimilar que lo que a nosotros nos hace felices no produce el mismo efecto en los demás y, viceversa, tampoco creemos que lo que nosotros detestamos le hará feliz a otro.

Muchas veces, el problema reside en que no es nada fácil ponernos en la piel de otro. Si somos un joven de 27 años, no nos es fácil imaginarnos lo que puede hacer feliz a un caballero de 68 o a ese primo de 13 años.

Pero, ¿y si se creara una red en la que pudiéramos publicar lo que nos hace feliz a nosotros y, al mismo tiempo, consultar lo que les hace feliz a los demás? Por supuesto, el funcionamiento debería ser totalmente anónimo, porque tal vez haya gente a la que le gusta confesar que lo que más ilusión le hace es que le regalen un tanga, una botella de vodka o ese juego infantil que nunca llegamos a tener.

Y, aún más que los objetos materiales como estos, lo interesante sería expresar cuáles son los detalles o experiencias que más ilusión nos hacen. Tal vez queramos que nos reciban con las luces apagadas y la casa iluminada por velas, un fin de semana en un hotel de nuestra propia ciudad o salir a patinar una tarde.

Por supuesto, para que la navegación fuera posible deberían clasificarse los resultados por atributos que no identifiquen personalmente a nadie pero que nos sirvan de ayuda a la hora de buscar un regalo para ese abuelo, cuñada, amigo o tío al que queremos hacer feliz y no sabemos cómo conseguirlo. Por ejemplo, el país, la edad y datos básicos sobre los gustos (aficiones, por ejemplo), podrían ser unos buenos puntos de partida.Los resultados también tendrían que ordenarse por categorías. Por ejemplo, una distinción básica sería entre detalles que cuestan dinero y los que no. También podría haber listas específicas como videojuegos, películas o libros.

jueves, 28 de febrero de 2013

Gente celosa

[...] Lo bueno de la gente celosa es que con ellos no hace falta hacerse el interesante; hagas lo que hagas, siempre pensarán que les estás engañando. [..]

jueves, 17 de enero de 2013

Ideas calóricas

A estas alturas ya nadie duda de la relación directa que hay entre lo que comemos y nuestra forma física. A menos que nuestra constitución y metabolismo sean excepcionales, una alimentación descuidada y llena de grasas perjudiciales hará que los abdominales desaparezcan debajo de una gruesa capa de grasa, perdamos agilidad y durmamos peor. Dado que el mundo tiene una curiosa tendencia a funcionar por analogías, cabe preguntarse si es posible que le ocurra lo mismo a nuestra mente con las ideas con las que la alimentamos.


La semana pasada terminé de leer un superventas de pésima calidad literaria pero irresistiblemente dulce sintiéndome como si acabara de comerme de una sentada una caja de medio kilo de bombones.Tal vez, de la misma manera que la grasa se adhiere a las arterias y dificulta la circulación, las ideas que contiene este tipo de literatura se introduzcan en nuestras neuronas impidiéndonos pensar con claridad. Si es así, una sesión intensiva de telebasura, un libro de nula calidad o, incluso, una conversación con alguien con ideas tóxicas pueden hacer que nuestras mentes pierdan agilidad y, lo que es peor, se vuelvan adictas a este tipo de alimentación.

Aunque probablemente exista alguna relación entre las ideas a las que estamos expuestos y nuestra salud mental, resulta difícil determinar hasta la intensidad de dicha relación y, aún más, cuál es el valor nutritivo de cada idea que introducimos en nuestra cabeza. ¿Un libro de Borges es tan saludable como una lechuga aliñada con aceite y vinagre o es tan alucinógeno como una tortilla de setas mágicas? ¿Una película de Almodóvar es tan refrescante como un gazpacho manchego o tan indigesta como un batiburrillo de ingredientes sin ton ni son? ¿Las noticias de la mañana son tan saludables como una barra de pan recién salida del horno o tan prefabricadas como una baguete atiborrada de sal y mantequilla? Y si decidir el valor alimenticio de cada idea que ingerimos es complejo, teniendo en cuenta que hay que comer de todo, elaborar algo parecido a una dieta mediterránea para nuestra mente parece una meta imposible.

Hace unos años se pusieron de moda los juegos de brain training, aunque poco después se supo que sus efectos reales apenas se diferenciaban de los que conseguiríamos leyendo una novela o resolviendo pasatiempos. Tener una mente en forma no es tan sencillo como resolver cuatro cuentas y ejercitar nuestra memoria, pero es obvio que acabamos reproduciendo lo que vemos y, tal vez, si encontráramos la manera de nutrir adecuadamente nuestra mente, podríamos afrontar con más agilidad los problemas, empatizar mejor con los que nos rodean y, en definitiva, mejorar nuestra capacidad de ser felices, porque tener un buen físico está bien, pero tal vez habría que ir pensando en desarrollar un bonito six-pack mental.