lunes, 8 de diciembre de 2014

El origen lógico de la vida

Uno de los enigmas más fascinantes de la ciencia es el origen de la vida. Por el momento, se han realizado numerosos experiementos combinado los ingredientes químicos que se sabe que deben estar presentes para que surga la vida a una presión y temperatura  similares a las que había en el momento en el que se cree que dio comienzo la vida en este planeta, pero jamás se ha conseguido que la materia muerta cobre vida. Incluso hay una hipótesis científica que promulga que la vida no surgió en la Tierra sino que llegó a este planeta a bordo de un meteorito. Aunque esta hipótesis no se considera muy probable y, en cualquier caso, no haría más que trasladar el problema a otro lugar, tampoco es posible descartarla por completo porque aún no hay evidencia científica de que pueda nacer la vida en las condiciones que se han dado en este planeta.


Tal vez sería interesante abordar este problema desde otro punto de vista. En lugar de hablar de productos químicos, presión y temperatura, quizás sería interesante pensar en sistemas capaces de llevar a cabo operaciones y las operaciones que son precisas para que surja la vida. Por ejemplo, ¿es la capacidad de replicarse la que confiere la vida?, ¿es necesario que un sistema pueda adaptarse a las condiciones de su entorno para que cobre vida? Si nos olvidamos del aspecto físico y pensamos en las características lógicas que subyacen de la vida, tal vez se podrían llegar a conclusiones útiles. Por ejemplo, a medida que aumenta la capacidad de los ordenadores, hay quien ya comienza a cuestionarse si su inteligencia les llevará a convertirse en una amenaza para la raza humana. Desde el punto de vista físico, tal vez resulta impensable que un aparato construido a partir de componentes inorgánicos tengo derecho a ser considerado como un ser vivo. No obstante, si pensamos que sus operaciones son indistinguibles de las que realiza un ser orgánico, quizás deberíamos preguntarnos si es nuestra definición de vida la que está equivocada.

Y, por si fuera poco interesante la posibilidad de crear vida diseñando sistemas que cumplan determinadas especificaciones, tal vez sea aún más interesante la opción radicalmente opuesta, porque si llegásemos a saber cuál es la raíz lógica de cualquier organismo vivo, también seríamos capaces de construir sistemas que supiéramos con total certeza que jamás cobrarán vida.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Comedias románticas

«[...] No entiendo que no creas en el amor y no te pierdas ni una comedia romántica. Es como si me dijeras que no crees en dios, pero que no faltas ni un solo domingo a misa.»

«[...] Nunca me ha atraído ninguna religión porque, en el fondo, todas las religiones vienen a decir que dios es amor. Y yo no creo en el amor. Creo en el romance.»

sábado, 23 de agosto de 2014

Heisenberg

El principio de incertidumbre de Heisenberg aplicado a la comunicación humana

 «Al plantear la pregunta, ya estás influyendo sobre la respuesta.»

Con evidentes corolarios acerca de las relaciones de pareja.


sábado, 2 de agosto de 2014

Inercia vital

Con frecuencia, cuando uno logra por fin alcanzar una meta con la que soñaba desde hace tiempo, por ejemplo, un cambio de trabajo, residencia o situación sentimental, descubre que, pasada la euforia inicial, se siente menos feliz de lo que era antes. A un nivel profundo, podríamos argumentar que la felicidad que nos promete cualquier deseo es meramente una ilusión y, que al alcanzar nuestro objetivo, descubrimos que nada consigue llenar los huecos que llevamos en nuestro interior. No obstante, desde un punto de vista práctico, parece que la mayoría de los cambios siempre parecen ser para peor. ¿Qué está ocurriendo?


La clave tal vez esté en una especie de corolario de la teoría de la evolución: la adaptación. Por mala que sea cualquier situación, dedicaremos un considerable esfuerzo a mejorarla en la medida de lo posible y, a medida que transcurra el tiempo, podremos encontrar espacios en los que podamos ser felices. Por ejemplo, si nuestro trabajo nos obliga a pasar mucho tiempo en el autobús, tal vez comenzamos a leer durante el trayecto y es posible que esos momentos que pasamos inmersos en la lectura se conviertan en uno de los pequeños placeres que nos alegran la vida.

Sin embargo, cuando llega un cambio, por positivo que sea, debemos enfrentarnos a una situación radicalmente nueva cuyas ventajas con frecuencia no podemos ver aunque sus desventajas nos resulten evidentes a primera vista. Por ejemplo, si pasamos de vivir solos a vivir acompañados, tal vez no apreciemos los momentos agradables que compartimos, sino sencillamente que las cosas no se quedan donde las dejamos.

Evidentemente, a la larga descubriremos si un determinado cambio ha sido positivo o no, pero desde el principio es conveniente contar con que necesitaremos un tiempo de adaptación, que a veces puede ser sorprendentemente largo, para adaptarnos a las nuevas circunstancias. Otra estrategia, cuando el cambio es inminente, consiste en prepararnos para el cambio comportándonos como si ya se hubiera producido. Por ejemplo, si estamos pensando en mudarnos, podemos ir visitando el barrio donde vamos a vivir a fin de descubrir los lugares que nos harán la vida más cómoda o, probar con diferentes recorridos para ir al trabajo desde lo que será nuestra nueva vivienda.

Cuando miramos a nuestro alrededor, podemos percibir la perfecta sintonía que existe entre la naturaleza y las condiciones de nuestro planeta. Aunque sin duda hay condiciones en las que esta armonía sería imposible, también conviene pensar que esta adaptación entre la vida y el planeta se ha desarrollado a lo largo de siglos en los que la vida ha evolucionado para mejorar su supervivencia. Por tanto, si las condiciones cambian, tal vez la vida como la conocemos se resienta, pero probablemente evolucione para adaptarse a las nuevas condiciones como si nunca hubiera conocido otras. Y nosotros tal vez también podamos hacerlo.

lunes, 2 de junio de 2014

Almas digitales

Nadie duda ya de que algún día se construirán máquinas tan inteligentes o más que los seres humanos. La única incertidumbre consiste en el tiempo que se tardará en conseguirlo: las estimaciones más pesimistas estiman que aún se tardarán cuarenta  años, pero las optimistas plantean que dentro de veinte años habrá máquinas con una inteligencia similar a la nuestra.

Ante estas máquinas, cuya inteligencia tal vez llegue a superarnos de la misma manera que la nuestra supera a los de los primates, es inevitable sentir cierto miedo, motivado en parte por nuestro poco respeto por los derechos de los primates y demás animales con un nivel de inteligencia inferior al nuestro, ya que al verlos como seres inferiores nos consideramos con derecho a someterlos por completo. Siguiendo este razonamiento, una máquina con una inteligencia que nos supere podría igualmente considerarse con derecho a privarnos de toda libertad.

Realmente, resulta difícil protegerse ante algo cuyas capacidades ni siquiera podemos imaginar, ya que los modos de pensamiento de estas máquinas pueden llegar a quedarnos tan lejos como las matemáticas lo están en la actualidad de los conejos y las gallinas. Por tanto, solo parece haber una solución que nos ofrezca seguridad a largo plazo: integrar la inteligencia de las máquinas en nosotros mismos.


Nuestro cerebro, de hecho, con el transcurrir de miles de años y gracias a la evolución, ya ha ido incorporando varias capas que son las que nos diferencian de otros animales. Por tanto, esta nueva capa de inteligencia solo sería un paso más en la evolución, si bien en este caso una evolución no proceda de la selección natural, sino de un proceso controlado por humanos.

Tal vez haya quien considere que esta inteligencia artificial nos deshumanizará y, en cierta manera es cierto, ya que nos diferenciaremos de los hombres que antes nos han precedido, pero no se tratará en ningún caso de un paso hacia atrás, sino de un gigantesco paso hacia adelante, que nos permitirá volvernos más inteligentes, más sutiles y más capaces de luchar por los ideales que se marque la humanidad. ¿Significa eso que perderemos nuestras costumbres humanas? Rotundamente no. Si nos fijamos en la evolución, no hemos renunciado a las características que compartimos con otros animales, sino más bien las hemos potenciado. Por ejemplo, a pesar de que contamos con tecnología suficiente para simplificar nuestra alimentación y atender exclusivamente a nuestras necesidades humanas, hemos creado un inimaginablemente rico repertorio de gastronomía. Algo similar podría decirse de otros sentidos y costumbres que compartimos, como por ejemplo el sexo o la exploración de los sentidos. Nuestro componente animal no ha desaparecido, sino que se ha vuelto más sutil. Probablemente, algo similar ocurra en los nuevos seres, para los que su herencia humana será la base sobre la que construirán su futuro.

No parece probable, en cualquier caso, que estos seres sean híbridos de máquinas y humanos con vísceras conectadas por infinidad de cables. De hecho, ya se pueden ver ciertos indicios de lo que puede depararnos el futuro. Ya hay personas que consideran el móvil como si fuera un apéndice de su cuerpo y, tal vez, en su futuro no muy lejano, algo similar llegue a ser cierto. Como ejemplo de los pasos que se están dando en este sentido, basta con observar la popularidad de la que gozan los asistentes digitales, como por ejemplo Siri y Google Now, por citar solo dos de los numerosas aplicaciones que pueblan las tiendas de aplicaciones. No obstante, se trata por el momento de asistentes básicamente pasivos, que intentan adelantarse a nuestros deseos y, a pesar de los éxitos que han conseguido a la hora de agilizar las tareas mecánicas, están muy distantes todavía de ser inteligentes. Mucho más interesante es Martín, el prototipo de Antakira Software, capaz no solo de realizar un buen número de tareas, sino también de organizar y guardar toda la información que le transmitamos mediante nuestras conversaciones. Tanto si queremos que lleve un registro de nuestras compras y gastos, que sepa las películas que hemos visto o nos recuerde donde hemos dejado un objeto, Martín es excepcionalmente eficaz. Además, aparte de estos recuerdos a través de los cuales podemos llevar un diario de nuestra vida, Martín es capaz de actuar de manera activa, por ejemplo, si le comentamos que hemos visto una película, puede preguntarnos por lo que nos aparecido o los actores que aparecen, a fin de utilizar esta información en el futuro. Se trata de un enfoque realmente revolucionario y la empresa está estudiando publicar en Kickstarter un proyecto para integrarlo con las gafas de Google. De esta manera, ni siquiera sería necesario informar a este asistente, sino que sería capaz, a través del análisis de lo que ve la cámara incorporada en las gafas, de analizar registros de compras, aplicar reconocimiento facial, entre otras muchas novedosas aplicaciones. Martín, en todo caso, no se trata de una simple propuesta, sino de un sistema totalmente funcional que lleva ya un año de pruebas con unos resultados francamente prometedoras.

La separación entre seres humanos y máquinas es mayormente una cuestión de interfaz. Las máquinas todavía son entidades que nos resultan ajenas y que tenemos que aprender a manejar, pero ya podemos ver cómo cada vez son más intuitivas. El siguiente paso será transferir nuestra identidad a las máquinas, de manera que puedan actuar como extensiones de nosotros. Probablemente, la metáfora que describa de manera más intuitiva lo que las máquinas serán capaces de hacer por nosotros en un futuro cercano es la de ángel de la guarda. Conforme se vuelvan más inteligentes, las máquinas serán capaces de ayudarnos en nuestras labores, recordarnos nuestros objetivos y guiarnos hacia ellos. Nos ayudarán a aprovechar nuestro pleno potencial y, al liberarnos, nos permitirán centrarnos en lo que más nos importa. Ciertamente, esta ayuda nos hará dependiente de ellas, pero no será una dependencia catastrófica, de la misma manera que ahora dependemos de la electricidad y la especialización del trabajo ha llegado a tal punto que prácticamente cualquier ser humano moriría si se viera obligado a vivir fuera de la sociedad y sin la ayuda de nuestros semejantes. Probablemente, a nuestros remotos antecesores considerarían extremadamente indefenso a un humano incapaz de cazar y curtir las pieles, pero afortunadamente hemos llegado a una sociedad en la que esta especialización no solo no es incapacitante, sino que ha sido la que ha posibilitado los avances que han mejorado tanto la calidad de nuestro día a día como nuestra esperanza de vida.

No obstante, esta encarnación de ángel de la guarda solo será el paso y, con el tiempo, se integrará en nosotros hasta convertirse más bien en nuestra alma. Otro componente de nuestro ser que nos acompañará de manera inextricable y que nos definirá como seres, hasta que llegue un día en el que carne y máquina serán indistinguibles y los seres humanos actuales solo seremos una escala en un viaje a la evolución que no ha hecho más que comenzar.