miércoles, 27 de noviembre de 2019

También las redes GAN opinan sobre política


La persona que aparece encima de estas líneas no existe. No ha existido nunca nadie con estos rasgos ni posó en ningún momento de su vida en el bosque que parece sugerir el fondo que se ve. Solo es una imagen generada por ordenador mediante una sofisticada técnica de inteligencia artificial que se inventó en 2014, hace apenas cinco años. Aunque los detalles concretos son difíciles de describir y entender, la idea básica es muy simple: en lugar de crear un algoritmo que cree una imagen, se crean dos, uno que genera imágenes y otro que decide si los resultados elaborados por el primero deben descartarse o no. Además de para crear seres humanos que no existen, esta técnica se ha utilizado para crear también imágenes manga que no existen, gatos que no existen y hasta apartamentos turísticos que no existen, en este caso acompañando la imagen de una descripción, también creíble pero igualmente ficticia.

La genialidad de esta idea, crear dos agentes para hacer mejor algo de lo que podría hacer uno solo por mucho que se optimizara, no es una novedad y, entre otras posibles expresiones, la política parece emplear un procedimiento similar. Dado que ambos bandos siempre han procurado cargar de connotaciones negativas a los términos empleados para designar a sus oponentes, como ocurre con las palabras «reaccionario», «facha» o «comunista», es preferible decir que la diferencia básica, que puede rastrearse en todos los países con un gobierno elegido de varios partidos políticos, radica entre izquierda y derecha o, de manera más descriptiva, entre «conservadores» y «progresistas», según la nomenclatura a la que recurre Pedro Vallín en su libro «¡Me cago en Godard!». Y, tal como le ocurre a este autor, los integrantes de cada uno de los bandos creen hallarse en posesión de la verdad absoluta. «El conservador aún saborea pesaroso en su deficiente memoria los tomates de hace veinte años, el progresista saliva con los que se comerá esta noche.» escribe Pedro Vallín en su libro y, basta con fijarse en los dos adjetivos negativos que le regala al conservador para saber qué opción ha elegido. «El conservador aún saborea en su memoria los tomates de la última comida, el progresista fantasea ansioso con los que se comerá dentro de veinte años.». Es decir, más o menos lo mismo, pero completamente diferente.

Todos los partidos políticos proclaman tener la verdad absoluta y, según sus palabras, no habría nada mejor que concederles un gobierno continuado del país. Sin embargo, vistos desde un poco de perspectiva y por analogía con el funcionamiento de las redes GAN, ambos son igualmente necesarios. Los progresistas vienen a ser el algoritmo que propone continuamente nuevas posibilidades y los conservadores son el que decide lo que debe mantenerse y lo que puede cambiar. En este caso no se trata de crear una imagen que pase por real, sino de construir una sociedad mejor para todos. Asignarles una función diferente a cada opción política basta para convertir lo que aparentemente son concepciones antagónicas de la vida en complementarias. Tal vez incluso se pueda decir que funcionan mejor tanto mejor en cuanto que cada una se centra ciegamente en su misión: pensar que todo debe cambiar, pensar que todo debe mantenerse. Solo así, dedicándose exclusivamente a presentar argumentos que defiendan su causa, se verá beneficiada la sociedad en su conjunto de esta visión dual de la realidad. Lo único que quizá deba cambiar es un mayor respeto: nadie tiene razón ni nadie se equivoca, nadie es enviado del bien o del mal y, lo más importante desde el punto de vista práctico, es lícito decantarse en unas ocasiones por una opción y en otras por la contraria, sin que ello suponga una traición a ningún ideal, sino sencillamente que diferentes momentos exigen diferentes actuaciones.

En general, la teoría evolutiva de Darwin ha llevado a aceptar la «supervivencia del más apto» aplicándola únicamente a los individuos, en el sentido de que solo el miembro de la especie que reúna las características más adecuadas para medrar en su entorno sobrevivirá. Pero el mundo no es únicamente una suma de individuos, sino un conjunto de colectividades y una especie solo maximizará su posibilidades si es capaz de albergar en su interior una gran diversidad.