sábado, 21 de abril de 2018

Juegos para niños / Juegos para niñas

El sexismo de ciertos juguetes infantiles recibe con frecuencia críticas por parte de los defensores de la igualdad de los sexos. Muchos padres arrugan la nariz cuando alguien sugiere regalarles a su hija lo que tradicionalmente eran juguetes femeninos, bebés, muñecas, cocinitas y disfraces de princesas. Siguiendo esta tónica, hace poco una usuaria en Twitter arremetía ferozmente contra la distinción sexista en los libros de Tea Stilton, que al parecer están repletos de hadas y unicornios, en lugar de las aventuras y descubrimientos de los libros destinados al público masculino.


Aunque es cierto que en los juguetes destinados a las niñas hay una sobredosis de purpurina y colorines que habría que compensar, resulta extraño que pocos consideren la cuestión desde el otro punto de vista. Regalarle una muñeca a una niña es un gesto machista, pero no regalársela nunca a un niño no lo es. Sobran arcoiris en los libros para niñas, pero no faltan en los libros para niños.

Tal vez lo más contraproducente del feminismo que se está publicitando ahora es que, bajo una superficie de igualdad, solo se vende una normalización por lo masculino. Los valores típicamente masculinos están más en boga que nunca, trabajo, ambición, adrenalina, mientras que los valores típicamente femeninos, familia, casa, placidez, tienen ahora mala fama. No cabe duda de que la división por sexos tan radicalmente practicada durante siglos presenta unos problemas que ha llegado el momento de corregir, pero no debería ser necesario despreciar la mitad de la cultura que nos ha hecho llegar hasta dónde estamos.

Lo más interesante de los juegos y los juguetes es que son las herramientas que nos preparan para lo que seremos de mayores. No hay tanta diferencia entre un niño que se divierte con un cochecito metálico y juega en el equipo de fútbol del colegio y un adulto que compra una revista de coches y ve los partidos por la noche en su casa. Resulta muy revelador lo mucho que a algunos niños les gustan los juguetes que representan las profesiones de sus padres. Si su padre tiene un tractor o un camión, tal vez ese se convierta en su juguete favorito y, si a le gusta la música, es posible que se entretenga aporreando las teclas de un piano.

Por tanto, dada la importancia que tienen los años de juegos en prepararnos para nuestra vida adulta, es más fácil comprender que a un hombre de treinta años le resulte extraño cuidar de un bebé cuando no tiene ningún referente para hacerlo y, lo que es aún peor, nunca aprendió el lado divertido que tiene hacerlo. La lucha por la igualdad merece la pena, pero su objetivo no debería ser la masculinidad travestida que predican muchos supuestos defensores del feminismo, sino un mundo lleno de aventuras, bebés, descubrimientos y unicornios donde todos puedan disfrutar de lo mejor de lo que antes eran dos mundos separados.

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