domingo, 25 de agosto de 2019

Pensar rápido, pensar despacio... y pensar mediante Internet.

En «Pensar rápido, pensar despacio», Daniel Kahneman describe las dos maneras de pensar que le dan título al libro: uno para situaciones que exigen una respuesta inmediata, como cuando hay un peligro cerca, y otro para situaciones en las que hay tiempo de meditar la respuesta. Los problemas surgen cuando se utiliza uno de estos modos en una situación que en la que no es tan conveniente y es que es tan inconveniente ponerse a pensar por dónde escapar cuando un tigre está a punto de abalanzarse sobre nosotros como embarcarse en una hipoteca por hemos visto un piso que nos da buenas vibraciones. En las empresas y, especialmente cuando se trata de publicidad, son muy conscientes de la existencia de estas dos maneras de pensar, por lo que intentan aprovecharlo a su favor. El objetivo es «cortocircuitar» nuestra manera de pensar de manera que tomemos decisiones de manera apresurada, actuando sobre las señales que nos hacen inclinar la balanza de manera inconsciente en un sentido o en otro.


Hay numerosos estudios que investigan sobre cómo reaccionamos en ciertas circunstancias en función de si se fomenta que utilicemos uno de estos modos o el otro. Sin embargo, tal vez no esté tan estudiado cómo influyen en las decisiones el uso que hagamos de Internet. Y es que, aunque a veces algo nos parezca tan trivial que ni siquiera se nos ocurra recurrir a este recurso, lo cierto es que Internet se ha convertido en un impresionante compendio de experiencias humanas. Muchos usuarios ya lo utilizan con regularidad para decidir los productos que compran o utilizan, pero lo cierto es que puede emplearse para prácticamente todo: cómo saber si una zapatilla de deporte me queda bien o es demasiado pequeña, cómo se pela un mango de la manera más cómoda y rápida, qué corte de pelo le queda mejor a la forma de mi cara... aunque no creamos que alguien haya dedicado una buena cantidad de tiempo a expresar sus conocimientos en la red, es bastante posible que, gracias a una cantidad cada vez mayor de contenido que hace que la búsqueda de nichos sea una de las mejores maneras de captar la atención, a alguien se le haya ocurrido ya.

Por supuesto, no es que sea una fuente de información fidedigna y fiable. En ocasiones, el posible que el redactor del contenido se equivoque de buena fe, sencillamente porque los conocimientos que cree saber están equivocados. Más grave es el caso en el que hay un interés económico sobre los consejos que se proporcionan. Una cinematográfica puede contrarrestar el aluvión de críticas negativas de su última película pagando a un batallón de redactores que difundan en la red el punto de vista que les interesa para vender su producto. Aunque la presión no tiene por qué proceder necesariamente del mundo empresarial, es posible que un determinado grupo ponga un marcha un boicot o linchamiento digital si lo consideran justo. Rizando el rizo, es posible incluso que una campaña supuestamente negativa no sea más que una manera de llamar la atención, un conflicto entre personalidades públicas puede no ser más que una manera de volverlas relevantes, especialmente si la información se gestiona de tal manera que lo que parezca una crítica sea en realidad una alabanza. Y también al revés, una alabanza minuciosamente calculada puede esconder una feroz crítica.

Aunque no es necesario desconfiar absolutamente todo lo que encontremos en Internet, una buena pregunta que podemos hacernos cada vez que nos asalte la duda es «¿Qué puede conseguir alguien si logra que me crea lo que dice?». Y, por supuesto, siempre que sea posible, contrastar la información con varias fuentes, si es posible que sean lo más diferentes posibles.

Además de ofrecer una cantidad de información que antes era impensable, Internet también despunta a la hora de ofrecerla de nuevas maneras. Gracias a la posibilidad de entrelazar los datos con programación, podemos obtener en cuestión de segundos información que antes requerían mucho más esfuerzo. Si queremos hacer una simulación de veinte hipotecas diferentes, por ejemplo, es fácil encontrar páginas que lo hagan con una precisión más que correcta. Una vez más, prácticamente todo lo que ocurra está ya ahí y, conforme continúe avanzando la inteligencia artificial, cada vez más puntos de vista que estarán a nuestra disposición puntos de vista que antes quedaban reservados a los profesionales.

Toda esta combinación de circunstancias, información amplia pero de fiabilidad poco clara, datos que van más allá del contenido genérico para personalizarse según nuestra situación, hacen que podamos pensar que Internet una nueva manera de pensar. De la misma manera que nuestras decisiones cambian cuando utilizamos nuestro motor mental rápido o lento, también las consultas a Internet pueden modificarlas, a veces para bien y también sin duda a veces para mal. Entre las aplicaciones que tendrían estos estudios sobresalen dos en particular: enseñar a los usuarios cómo emplear la red en su beneficio y, ya desde un punto de vista social, sentar las bases de unas futuras regulaciones de la red, cada vez más necesarias, que establezcan cómo deben respetarse en este nuevo ecosistema los usuarios y las empresas. A fin de cuentas, es posible que estemos ante una y revolucionaria nueva manera de pensar.

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