domingo, 29 de abril de 2018

Reto a la IA: Pasear por las películas

Los últimos avances en inteligencia artificial están consiguiendo que lo que antes era imposible ahora sea tan solo difícil. Aún así, no ha llegado aún el momento en que baste imaginar algo para que una máquina lo convierta instantáneamente en realidad. Sigue siendo necesario descomponer una idea en diversos subproblemas que luego habrá que resolver por separado, teniendo siempre en cuenta cómo encajarán dichas soluciones en el modelo final. Aunque la mayoría de los esfuerzos se están centrando en iniciativas capaces de mejorar nuestra vida cotidiana, también es divertido imaginar ideas locas que, por escasa que sea su aplicación práctica, sean capaces de asombrarnos.

Por ejemplo, hace poco volví a ver Passengers, una de mis películas favoritas de los últimos años, donde brillan tanto la trama y las interpretaciones como una producción excepcional, en particular el diseño de la nave donde se desarrolla la historia. Mientras los protagonistas la recorrían pensé lo increíble que sería poder caminar por aquellos mismos corredores y visitar aquellas espléndidas salas.


Gran parte de la tecnología que se necesitaría para ello, ya está disponible. Basta con crear los modelos tridimensionales en un programa como Blender, para luego convertirlos a un formato que pueda reproducirse con unas gafas de realidad virtual y sería posible descubrir de primera mano la Avalon.

El único problema es que crear los modelos tridimensionales requiere un tiempo y una cantidad de trabajo mecánico que tal vez no compense la experiencia final. Por fortuna, a los ordenadores se les da muy bien el trabajo mecánico y últimamente son cada vez más hábiles con las tareas que no son tan mecánicas como parecen. Empieza a entrar ya dentro de lo factible que un ordenador, a partir de un fotograma, genere un modelo tridimensional del entorno que se le represente. Básicamente, los pasos serían:
  • Detectar la perspectiva y las características geométricas básicas de la escena: esta tarea la realizan ya con bastante precisión las aplicaciones que integran modelos tridimensionales en fotogramas reales. Por ejemplo, para integrar personajes creados por ordenador en las películas.
  • Determinar los objetos presentes en el fotograma: por ejemplo, si hay sillas, cuadros, lámparas, etc. También en este campo se han logrado grandes avances.
  • Buscar los modelos semejantes posibles a los que se han detectado: por ejemplo, si en el fotograma aparece una silla, pero aparece muy pequeña, no tendríamos información suficiente para representarla en detalle. Sin embargo, si tenemos un catálogo de sillas (con diversos elementos variables, como el color de la estructura y el tapizado), podríamos representar el modelo que mejor encaje en lo que se aprecia en el fotograma con total precisión.
Por tanto, lo complicado no sería tanto crear un entorno virtual a partir de un fotograma, para lo que ya existen tecnologías que podrían hacerlo, como combinar la información procedente de varios fotogramas para crear la reproducción más perfecta posible. Continuando con el ejemplo de la silla, tal vez en un fotograma se pueda distinguir bien cuál es la distribución de sillas, pero no sus detalles concretos, mientras que en otro ocurra lo contrario, no se vea su distribución, pero se vea muy bien los detalles de una silla.

Aparte de lo emocionante que podría ser recorrer el Rick's American Café de Casablanca, entre muchos otros lugares emblemáticos del cine, esta tecnología también tendría aplicaciones prácticas, como por ejemplo, la redecoración de nuestro hogar o el diseño de interiores. No obstante, dado que sus aplicaciones directas no parece que ofrezcan beneficios que justifiquen la inversión que requiere tal sistema, habrá que esperar a que aparezcan sistemas más avanzados, de los que esta aplicación no sea más que un subproducto, de la misma manera que Internet no se creó para ver vídeos de gatitos, aunque sea algo que sus usuarios hagan con frecuencia.

sábado, 21 de abril de 2018

Juegos para niños / Juegos para niñas

El sexismo de ciertos juguetes infantiles recibe con frecuencia críticas por parte de los defensores de la igualdad de los sexos. Muchos padres arrugan la nariz cuando alguien sugiere regalarles a su hija lo que tradicionalmente eran juguetes femeninos, bebés, muñecas, cocinitas y disfraces de princesas. Siguiendo esta tónica, hace poco una usuaria en Twitter arremetía ferozmente contra la distinción sexista en los libros de Tea Stilton, que al parecer están repletos de hadas y unicornios, en lugar de las aventuras y descubrimientos de los libros destinados al público masculino.


Aunque es cierto que en los juguetes destinados a las niñas hay una sobredosis de purpurina y colorines que habría que compensar, resulta extraño que pocos consideren la cuestión desde el otro punto de vista. Regalarle una muñeca a una niña es un gesto machista, pero no regalársela nunca a un niño no lo es. Sobran arcoiris en los libros para niñas, pero no faltan en los libros para niños.

Tal vez lo más contraproducente del feminismo que se está publicitando ahora es que, bajo una superficie de igualdad, solo se vende una normalización por lo masculino. Los valores típicamente masculinos están más en boga que nunca, trabajo, ambición, adrenalina, mientras que los valores típicamente femeninos, familia, casa, placidez, tienen ahora mala fama. No cabe duda de que la división por sexos tan radicalmente practicada durante siglos presenta unos problemas que ha llegado el momento de corregir, pero no debería ser necesario despreciar la mitad de la cultura que nos ha hecho llegar hasta dónde estamos.

Lo más interesante de los juegos y los juguetes es que son las herramientas que nos preparan para lo que seremos de mayores. No hay tanta diferencia entre un niño que se divierte con un cochecito metálico y juega en el equipo de fútbol del colegio y un adulto que compra una revista de coches y ve los partidos por la noche en su casa. Resulta muy revelador lo mucho que a algunos niños les gustan los juguetes que representan las profesiones de sus padres. Si su padre tiene un tractor o un camión, tal vez ese se convierta en su juguete favorito y, si a le gusta la música, es posible que se entretenga aporreando las teclas de un piano.

Por tanto, dada la importancia que tienen los años de juegos en prepararnos para nuestra vida adulta, es más fácil comprender que a un hombre de treinta años le resulte extraño cuidar de un bebé cuando no tiene ningún referente para hacerlo y, lo que es aún peor, nunca aprendió el lado divertido que tiene hacerlo. La lucha por la igualdad merece la pena, pero su objetivo no debería ser la masculinidad travestida que predican muchos supuestos defensores del feminismo, sino un mundo lleno de aventuras, bebés, descubrimientos y unicornios donde todos puedan disfrutar de lo mejor de lo que antes eran dos mundos separados.