martes, 6 de agosto de 2019

Los sentidos de la vida

No parece que sea demasiado difícil estirar un músculo. Basta con una imagen donde un modelo nos explique la posición que tenemos que adoptar y ya está, solo hay que imitar su posición un tiempo y ya está... ¿o no?


Evidentemente, la respuesta es que no es tan fácil. Con frecuencia la propia ilustración trata de solventar las posibles dudas aportando más información, como por ejemplo, el tiempo durante el que debemos mantener el estiramiento, si debemos hacer fuerza con el cuerpo en alguna dirección y, en ocasiones, hasta la zona donde deberíamos notar la sensación de estiramiento. Pero aún con la descripción más completa, un iniciado tal vez no sepa, por ejemplo, cuándo el nivel de tensión es insuficiente, lo que hará que sea poco efectivo, y peor aún, cuándo el nivel de tensión es excesivo, en cuyo caso puede llegar a ser nocivo. Aunque tal vez no parezca real darle tantas vueltas a la ejecución de un estiramiento, cualquier profesional del fitness que se dé una vuelta por un gimnasio podrá confirmar que muchos de quienes creen estar estirándose no lo hacen correctamente y, en la mayoría de los casos, se limitan a adoptar una posición similar a la que se les ha enseñado, sin preocuparse por no notar lo que deberían.

Y si estirarse, siendo una actividad supuestamente simple, no es tan fácil como parece, asusta en las complicaciones que pueden presentar otras disciplinas más complejas. Sin salir del gimnasio, basta con trasladarse a la sala de musculación para descubrir que muchos de los se entrenan con pesas, repiten mecánicamente los ejercicios que les han enseñado sin preocuparse si notan la tensión en el hombro, el brazo, la muñeca o las articulaciones, lo que puede marcar la diferencia entre un ejercicio eficaz y una lesión. Sin embargo, más interesante aún es abandonar por completo las instalaciones deportivas y pasar a otras actividades más frecuentes y relevantes. Por ejemplo, aunque siempre se ha considerado que el éxito en los estudios está ligado directamente al número de horas que se dedican, es fácil encontrarse con alumnos que se hincan de codos sobre los libros, sin que mejore apenas su rendimiento académico, por más que redacten resúmenes y llenen las páginas de rayas de colores. Aunque estos casos suelen explicarse aludiendo a la escasa inteligencia del estudiante, tal vez no se trate tanto de una cuestión matemática, como el número de horas o el coeficiente de inteligencia, sino más bien de una cuestión de sentido, la capacidad que tienen los buenos estudiantes de centrarse en lo importante y dejar de lado lo trivial, un radar que les permita saber cuándo están asimilando información y cuándo necesitan dejar reposar los conocimientos que han adquirido. Por supuesto, es posible que esta destreza esté relacionada con la inteligencia, pero sin duda también es algo que se puede desarrollar intencionadamente. Hemos aprendido con un modelo que trata de formularlo todo en términos de palabras y números, pero que tan solo considera tangencialmente nuestra capacidad de sentir. Por lo general, se considera que dominamos un tema cuando somos capaces de verbalizarlo o, todo lo más, calcularlo, aunque no hayamos aprendido la naturaleza intrínseca de dicho tema, lo que explica por qué hay tantos alumnos brillantes que apenas saben nada de las materias en las que han logrado excelentes calificaciones.

Por supuesto, sabemos que existe esta importante zona de sombra que marca la diferencia entre el alumno brillante y el profesional experto, entre el atleta de élite y el deportista que va camino de una lesión, pero lo curioso es que solemos rendirnos y considerar que estos conocimientos que escapan a una definición precisa son algo, no sabemos qué, que solo puede adquirirse con el tiempo y a base de ensayos y errores. Sin embargo, tal vez no sea así, es posible que pueda crearse una ciencia de los sentidos, que mejore y agilice esta adquisición de destrezas, aunque sea partiendo de nuestros recursos habituales, imaǵenes, palabras y números. Ya al principio veíamos que una simple ilustración de un estiramiento podía mejorarse en gran medida buscando maneras adicionales de transmitir información. Aparte de las indicaciones ya mencionadas, por ejemplo, explicar cómo no debemos llevar a cabo un estiramiento y qué es lo que no tenemos que sentir puede ser tan instructivo como las indicaciones de lo que tenemos que hacer. En algunos casos, es posible incluso recurrir a similitudes para explicar sensaciones que son nuevas. Tal vez no pueda expresarse en palabras que se siente al realizar un estiramiento, pero indicar que tenemos que sentir cierto calor o algo que se parece al dolor, pero sin llegar a serlo, puede ser útil para ponernos en la dirección equivocada o, al menos, saber que no vamos por buen camino.

Dado que el mercado laboral evoluciona en estos momentos con mayor rapidez que nunca y no podemos confiar en las que las destrezas con las que nos iniciamos nuestro camino en el mercado laboral nos vayan a bastar para toda nuestra vida laboral, esta educación de nuestros sentidos es particularmente atractiva, ya que es una importante herramienta para conseguir convertirnos en expertos en un campo que no es el nuestro. Si bien durante mucho tiempo ha habido motivos importantes que explicaban el dominio de las palabras y los números en la enseñanza, por ejemplo la facilidad de distribución del material impreso, particularmente con pocas imágenes, el auge de los ordenadores ha hecho que, a través de los vídeos, el sonido y las experiencias virtuales, sea más fácil aprender a sentir de una manera diferente. Aunque tal vez habría que ir más allá. Aparte de aumentar nuestros conocimientos, deberíamos aprender a cultivar otras facetas, como por ejemplo, la habilidad de divertirse con un tema y la curiosidad sobre él, características que suelen compartir todos los expertos en cualquier materia y que hasta ahora se perciben más como resultados que como causas. Y es que, de la misma manera que en los albores de las matemáticas y la física, debió parecer inverosímil que alguien pudiera sistematizar el mundo de aquella manera, tal vez sea el momento de comenzar una revolución parecida, pero desde un punto de vista completamente diferente.

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